domingo, 22 de enero de 2012

UN YO PARA EL NOSOTROS QUE QUEREMOS……..segun CORNELIUS CASTORIADIS

Tengo el deseo y siento necesidad, para vivir, de otra sociedad que la que me rodea. Como la gran mayoría de los hombres puedo vivir en ésta y acomodarme a ella (en todo caso vivo en ella). Tan críticamente como intento mirarme, ni mi capacidad de adaptación, ni mi asimilación de la realidad, me parecen inferiores a la media sociológica.

No pido la inmortalidad, la ubicuidad, ni la omnisciencia. No pido que la sociedad “me de la felicidad” se que no es ésta una ración que pueda ser distribuida en el ayuntamiento o en el consejo obrero del barrio, y que, si esto existe, no hay otro mas que yo quien pueda hacérmela, a mi medida, como ya me ha sucedido y me sucederá todavía. Pero en la vida tal como esta hecha para mí y para los demás encuentro una multitud de cosas inadmisibles que no son fatales y que corresponden a la organización de la sociedad.

Deseo, y pido, que antes que nada, mi trabajo tenga un sentido que pueda probar para que sirve y la manera en que esta hecho, que me permita prodigarme en él realmente y hacer uso de mis facultades, tanto como enriquecerme y desarrollarme. Y digo que es posible, con otra organización de la sociedad para mí y para todos. Digo también que seria ya un cambio fundamental en esta dirección que se me dejase decidir, con todos los demás, lo que tengo que hacer y, con mis compañeros de trabajo, como hacerlo.

Deseo poder, con todos los demás, saber lo que sucede en la sociedad, controlar la extensión y la calidad de la información que me es dada.

Pido poder participar directamente en todas las decisiones sociales que pueden afectar mi existencia, o al curso general del mundo en el que vivo. No acepto que mi suerte sea decidida, día tras día, por unas gentes cuyos proyectos me son hostiles o simplemente desconocidos, y para los que nosotros no somos, yo y todos los demás, mas que cifras en un plan o peones en un tablero, y que, en el limite, mi vida y mi muerte estén en las manos de unas gentes de las que sé que son necesariamente ciegas.

Se perfectamente que la realización de otra organización social, y su vida, no serán de ninguna manera simple, que se encontraran a cada paso con problemas difíciles. Pero prefiero enfrentarme a problemas reales que a las consecuencias de delirios, artimañas e intrigas de algunos hombres empeñados en dominar a los otros. Si incluso debiésemos, yo y los demás, encontrarnos con el fracaso en esta vía, prefiero el fracaso en un intento que tiene sentido a un estado que se queda mas acá incluso del fracaso y del no fracaso, que queda irrisorio.

Deseo poder encontrar al prójimo a la ves como a un semejante y como a alguien completamente diferente, no como un numero o como una rana asomada a otro escalón de la jerarquía de las rentas o de los poderes. Deseo poder verlo y que me puedan ver, como a otro ser humano, que nuestras relaciones no sean terreno de expresión de la agresividad.

Deseo que el prójimo sea libre, pues mi libertad comienza ahí donde comienza la libertad del otro y que, solo, no puedo más que ser un “virtuoso de la desgracia”. No cuento con que los hombres se transformen en Ángeles y sus almas lleguen a ser puras como lagos de montañas. Pero sé cuánto la cultura actual agrava y exaspera su dificultad de ser, y de ser con los demás y veo que multiplica hasta el infinito los obstáculos a su libertad.

Se, ciertamente, que este deseo mío no puede realizarse hoy; ni siquiera si el cambio se diera mañana, podría realizarse íntegramente mientras viva. Se que, algún día, vivirán unos hombres para quienes el recuerdo de los problemas que mas pueden angustiarnos hoy, no existirá. Este es mi destino, el que debo asumir y el que asumo. Pero esto no se puede reducir ni a la desesperación ni al rumiar catatónico. Teniendo este deseo que es el mío no me queda mas que trabajar para su realización.

Y, ya en la elección que hago del interés principal de mi vida, en el trabajo que le dedico, para mi lleno de sentido (con todas las ineficiencias incluidas; el fracaso parcial, los retrasos, los rodeos, etc.), en la participación en una colectividad que intenta superar las relaciones deificadas y alienadas de la sociedad actual, estoy en disposición de realizar parcialmente este deseo.

Si hubiese nacido en una sociedad comunista, la felicidad me hubiese sido mas fácil (no tengo ni idea, no puedo hacerle nada). No voy, con este pretexto, a pasar mi tiempo libre mirando la televisión o leyendo novelas policíacas.


DE CORNELIUS CASTORIADIS (1922 – 1997)

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